La epilepsia es una enfermedad crónica del sistema nervioso que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sufren 50 millones de personas en todo el mundo, lo que la convierte en la enfermedad neurológica más común. La enfermedad se caracteriza principalmente por crisis espontáneas recurrentes, sean convulsivas o no, y la posible pérdida del conocimiento. La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que en España padecen epilepsia unas 400.000 personas y cada año se detectan entre 12.400 y 22.000 nuevos casos. Hoy, 12 de febrero, se conmemora el Día Internacional de la Epilepsia.
La identificación y el diagnóstico de la epilepsia es muy importante para pautar un tratamiento adecuado. La heterogeneidad en los síntomas de la enfermedad hace que hasta el 25% de las crisis epilépticas puedan pasar inadvertidas por los pacientes y familiares, provocando un retraso en el diagnóstico de esta patología que puede alcanzar hasta los diez años. “Para dar con un diagnóstico se necesita una correcta historia clínica en la que el paciente describa cualquier tipo de crisis (parcial o generalizada) y si es necesario, realizar una prueba complementaria de apoyo, como sería un electroencefalograma o una resonancia cerebral”, explica el Dr. Javier López del Val, neurólogo de HLA Clínica Montpellier.
Existen numerosas causas por las que una persona puede llegar a desarrollar epilepsia, pero también existen casos en los que se desconoce el origen de esta enfermedad. “En la clínica diaria, se encuentra lo que denominamos epilepsias primarias (sin origen conocido), que en un pequeño porcentaje puede existir un componente genético, aunque en la mayoría de los casos este no existe, tratándose de anomalías o ‘cortocircuitos’ entre neuronas de la corteza cerebral. Otros diagnósticos de epilepsia son secundarios, debiéndose a cualquier tipo de lesión adquirida con el tiempo a causa de traumatismos, tumores, accidentes vasculares, infecciones cerebrales, etc.”, añade el doctor.
Las crisis epilépticas representan el 1% de las urgencias médicas en adultos y el 2% en niños. Además, son la segunda causa de asistencia neurológica en emergencias, la segunda causa de consulta ambulatoria neurológica y la tercera causa neurológica de hospitalización, no sólo debido a la presencia de crisis epilépticas sino por los accidentes derivados. “Lo más importante es describir y reconocer las crisis. Para diagnosticar a un paciente epiléptico, es necesario que haya dos o más crisis. Una crisis aislada por fiebre en un niño o por un síncope prolongado en un adulto no define a un epiléptico, por eso es importante establecer un diagnóstico correcto”, señala el especialista. “No es lo mismo tener una epilepsia infanto-juvenil en la que se presupone que no hay más que un defecto de maduración cerebral, en cuyo caso cuando se llevan unos años sin crisis, se puede intentar reducir o retirar el tratamiento, que el caso de una lesión estructural permanente del cerebro del paciente, en cuyo caso deberá de mantener siempre el tratamiento”.
La epilepsia es una enfermedad crónica y los tratamientos disponibles actualmente consiguen controlar la sintomatología de los pacientes. “En la actualidad casi el 80% de los pacientes se controlan adecuadamente con fármacos. Para aquellos casos más complicados, se puede realizar una estimulación eléctrica de forma quirúrgica o extirpar la zona de la corteza cerebral responsable de las descargas anómalas, siempre que el foco epiléptico esté bien localizado y no se trate de una zona de lenguaje, pensamiento, memoria o encargada del control de la movilidad de una parte del paciente”, indica López del Val.
Según datos de la SEN, el 50% de los pacientes viven estigmatizados, viendo que su expectativa de vida se reduce entre 2 y 10 años. Por otro lado, su tasa de mortalidad es 2-3 veces mayor que la de la población general y el 60% de los pacientes con epilepsia están asociados con trastornos psiquiátricos, neurológicos o intelectuales. Esto hace que el número de pacientes con discapacidad por epilepsia en edad activa en España sea superior a las 26.000 personas.
“Siempre recomendamos una vida saludable evitando el alcohol, drogas, el estrés y la falta de sueño, además de un correcto cumplimiento terapéutico. Sin embargo, existen muchos pacientes que necesitan apoyo e incluso ayuda psicológica o psiquiátrica para vencer el estigma de la enfermedad o el miedo a nuevas crisis”, apunta el especialista.
En los últimos años se ha producido un importante aumento de las opciones terapéuticas para tratar la epilepsia. Aproximadamente un 50% de los pacientes pueden controlar sus crisis con un solo medicamento y alrededor de un 25% lo consiguen tras realizar algún cambio en el tratamiento o combinar varios. “El número de fármacos se ha multiplicado y cada vez se reducen más los posibles efectos secundarios de estos. La experiencia y la creación de unidades específicas dentro de los servicios de Neurología nacional está ayudando notablemente a hacer mejores y más rápidos diagnósticos y tratamientos más eficaces”, incide el Dr. López del Val.