El concepto intolerancia alimentaria se refiere a la reacción del organismo tras la ingesta de ciertos alimentos, dando lugar a inflamación, náuseas, vómitos o diarrea. En muchas ocasiones puede confundirse con una alergia alimentarias, ya que los síntomas son muy similares, pero es importante diferenciarlas para que el tratamiento sea lo más adecuado.

Una de las principales diferencias es que en las alergias alimentarias interviene el sistema inmune reaccionando ante un alérgeno, mientras que en las intolerancias no. Además, en estas últimas, interviene el proceso madurativo del sistema digestivo e inmunitario de los bebés, por lo que la adaptación a nuevos alimentos, así como la creación de la flora bacteriana puede favorecer a la desaparición de las intolerancias de la infancia. Por ello, la aparición de los síntomas se da en los primeros años de vida.

Respecto a los síntomas más frecuentes pueden ser gases, estreñimiento, diarrea, molestias intestinales, digestiones pesadas, eccemas y picores, retraso en el crecimiento o pérdida de peso, entre otros.

Intolerancia a la lactosa

La intolerancia a la lactosa es una de las más frecuentes en niños y se produce cuando el organismo no es incapaz de digerir la lactosa, un tipo de azúcar presente en los productos lácteos. Esto se debe a que el organismo deja de producir lactasa, la enzima responsable de ayudar en el proceso de digestión de la lactosa en el intestino delgado.

La lactasa ayuda a romper el enlace entre los azúcares de la lactosa, que son la glucosa y galactosa, a través de las vellosidades del intestino. Cuando existe déficit de esta enzima, ya sea por predisposición genética o por mal funcionamiento de las células, no se digiere correctamente la lactosa. Esta situación produce una acumulación de gases y, por tanto, la inflamación del intestino, así como dolores cólicos o vómitos, entre otros síntomas.

Este tipo de intolerancia puede ser transitoria o congénita. En el primer caso, el más frecuente, puede aparecer por una alteración mucosa intestinal, que acaba remitiendo con el paso de los años. En el caso de la intolerancia congénita, menos frecuente, se produce por un déficit de lactasa y puede aparecer desde el nacimiento del bebé.

En estos casos, los productos sin lactosa ayudan a la digestión porque llevan esta enzima para favorecer que el enlace de los azúcares esté roto.

Intolerancia al gluten

El gluten es una glucoproteína, presente en el trigo, la avena, la cebada y el centeno.

La intolerancia al gluten se define como Sensibilidad al Gluten No Celíaca (SGNC), por lo que no debe confundirse con la Enfermedad Celíaca (EC).

La intolerancia, de base auto-inmune, se produce porque el intestino delgado no es capaz de digerirlo por lo que se produce una reacción inflamatoria a nivel intestinal que da lugar a la atrofia de las vellosidades que recubren el intestino provocando daño celular y disminución de la absorción de los nutrientes, lo que desemboca en deficiencias nutritivas en niños en edad de crecimiento.

Los síntomas son la pérdida de peso, de apetito, las náuseas, los vómitos, etc.

Para su tratamiento se debe eliminar el gluten de la dieta, de cara a conseguir la regeneración de las vellosidades intestinales y recuperar así la absorción intestinal normal.