El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente. Su estado más grave es el insomnio crónico y se produce cuando la persona que lo padece encuentra dificultades para conciliar el sueño al menos tres noches por semana durante tres meses. El insomnio tiene un efecto negativo en la salud mental y en la calidad de vida de quienes lo padecen, pero también genera un impacto directo e indirecto a nivel social y económico. De esta forma se ha puesto de manifiesto en el informe “Carga social y económica del insomnio en adultos” realizado por Rand Europe e Idorsia.

En este sentido, el informe ha concluido que 1 de cada 2 personas adultas presenta síntomas de insomnio, hasta un 25 % presenta insomnio clínico y un 15 %, insomnio crónico, su forma más grave. Esto representa aproximadamente 172 millones de personas con síntomas de insomnio, 72 millones con insomnio clínico, y 42 millones con insomnio crónico entre las poblaciones en edad laboral.

Según doctor Marco Hafner, Research Leader at RAND Europe, Doctor en Economía y econometría aplicada de la University College of London y maestría en economía de la Universidad de Zúrich comenta: “El sueño es una necesidad biológica fundamental, como el comer y beber. No obstante, sacrificamos horas de sueño y calidad a diario, generando una deuda con el sueño y no somos conscientes de como esta deuda influye en el bienestar socioeconómico, físico y emocional de las personas.  La falta de un sueño reparador y de calidad, debido al insomnio crónico afecta directamente a la salud mental y física y repercute en la productividad del individuo afectando negativamente al empleador, empresas y en la economía del país y mundial.”.

El coste del insomnio: más allá del impacto en la salud

El insomnio se ha asociado a un impacto económico anual significativo debido a la pérdida de productividad en el puesto de trabajo. Los adultos con insomnio son más propensos al absentismo laboral y son menos productivos; en términos de costes indirectos, el insomnio crónico se ha relacionado a unos 11-18 días de absentismo, 39-45 días de presentismo y 44-54 días de pérdida general de productividad al año.  Así, los costes indirectos del insomnio crónico asociados a la pérdida de productividad laboral oscilan entre 1.600 y 185.000 millones de euros (un total de 372.000 millones de euros) del producto interior bruto (PIB) y las pérdidas anuales intangibles de bienestar entre 1.300 y 113.300 millones de euros (un total de 213.600 millones de euros) en los 16 países analizados, entre ellos Francia, Italia, Alemania, España, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá.

La investigación también se ha centrado en los costes intangibles que genera el insomnio, por estar estrechamente vinculado con el deterioro de la calidad de vida. Por ello, según el informe, en promedio, los adultos que sufren insomnio están dispuestos a renunciar a un 14% de la renta per cápita anual de su hogar a cambio de obtener el mismo grado de satisfacción con su vida que aquellas personas que no padecen insomnio. En esta línea, la doctora Carmen Bellido Cambrón, Investigadora y Coordinadora del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales en el Hospital de Castellón y Coordinadora de Grupo de Trabajo, Económica y Empresa de la Alianza por el sueño, ha señalado que “para una adecuada salud laboral, es necesario que los empleados tengan un sueño reparador y de calidad. Existe una relación bidireccional entre sueño y trabajo; si no duermes bien por las noches, no serás productivo durante el día y tendrás hasta un 88% más probabilidad de accidentes en el trabajo, reducirás tu productividad, disminuirá tu satisfacción laboral, serás una fuente de conflicto con tus compañeros en el trabajo y sin ser consciente de ello, estarás dañando tu salud física y mental”.

Cómo reducir la carga social y económica del insomnio

El estudio concluye con una serie de estrategias a nivel político, de investigación y de práctica clínica para mitigar y paliar las consecuencias que el insomnio está teniendo en la economía mundial y en el bienestar social. Entre ellas, instan a los gobiernos y a los sistemas de servicios sanitarios a incorporar en las estrategias nacionales de salud pública el sueño, a impulsar campañas de salud pública que hagan hincapié en la importancia de una adecuada higiene del sueño y a implementar la detección precoz sistemática del trastorno de insomnio en las visitas médicas de rutina mediante screening. También al establecimiento de protocolos coordinados entre los diferentes niveles asistenciales para garantizar a los pacientes un acceso oportuno al diagnóstico y tratamientos, así como la formación actualizada sobre este trastorno en las facultades de medicina, y a proporcionar acceso y reembolso a la innovación farmacológica segura, respaldada por datos científicos.

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