El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, o más conocido por sus siglas en inglés SIBO, es una condición que afecta a la salud digestiva al generar un aumento anormal de bacterias en el intestino delgado. Es decir, ocurre cuando las bacterias, que normalmente deberían estar en el colon, se multiplican y dispersan en el intestino delgado, un lugar donde la cantidad de bacterias debería ser limitada o en grandes cantidades.
El intestino delgado, que es la parte más larga del tubo digestivo, con aproximadamente 6m de longitud, en condiciones normales, contiene pocas bacterias, inferior a 10⁵ bacterias por mL, ya que el cuerpo cuenta con mecanismos para controlar su presencia, como el movimiento intestinal adecuado y el ácido estomacal.
Las variedades más recurrentes en el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado pueden incluir estreptococos, bacteroides, escherichias, lactobacilos, klebsiellas y aeromonas.
Aproximadamente entre el 2,5 y el 22% de la población general y el 33% de las personas con síntomas gastrointestinales sufren SIBO. Y afecta, especialmente, a mujeres de entre 30 y 50 años, según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.
¿Qué causa el SIBO?
Cuando se ingieren hidratos de carbono o azúcares, las bacterias que están “fuera de lugar” hacen una reacción de fermentación, proliferan y causan diversos problemas digestivos y de absorción de nutrientes, produciendo una cantidad excesiva de gases, que causan hinchazón, dolor abdominal o cambios en el ritmo intestinal, entre otros. Sin embargo, no siempre estos síntomas indican la presencia de SIBO, hay otras enfermedades y otros desequilibrios en la microbiota intestinal que pueden provocar una sintomatología parecida.
El SIBO suele deberse normalmente a problemas en la motilidad intestinal, o lo que es lo mismo, cuando los movimientos normales del intestino son más lentos o no se mueven bien. Pero también por el uso prolongado de ciertos medicamentos y de inhibidores de ácido, o por otras enfermedades del sistema digestivo, como el síndrome del intestino irritable, diabetes, estrés crónico, insuficiencia pancreática y hasta por una cirugía abdominal que haya podido alterar la anatomía del intestino delgado.
¿Cuáles son los síntomas más comunes del SIBO?
El sobrecrecimiento bacteriano se manifiesta con síntomas digestivos que varían según la intensidad, siendo los más comunes:
- Distensión y dolor abdominal, especialmente después de ingerir alimentos.
- Gases frecuentes.
- Pérdida del apetito.
- Diarrea, estreñimiento o una combinación de ambos.
- Sensación de fatiga persistente.
- Náuseas.
- Malas digestiones y problemas para absorber nutrientes, que provocan deficiencias de vitaminas.
Estos síntomas tan incómodos en el día a día son similares a los de otros problemas digestivos, por lo que se suele confundir y en ocasiones el diagnóstico tarda en llegar. Pero, si estos síntomas son recurrentes, es importante buscar ayuda médica y realizarse una prueba para confirmar o descartar la presencia de SIBO en nuestro organismo.
¿Cómo se trata el SIBO y por qué es importante diagnosticarlo a tiempo?
Para diagnosticar el SIBO se puede realizar mediante pruebas de aliento que detectan los gases, como hidrógeno o metano, que son liberados por las bacterias al fermentar azúcares. O mediante una técnica más invasiva como es el cultivo de aspirado intestinal, para examinar directamente el contenido del intestino delgado.
Para tratar el SIBO, los médicos suelen recurrir al uso de antibióticos específicos que controlan las bacterias en el intestino delgado. Combinado con cambios en la dieta, fármacos como los procinéticos para estimular y mejorar el movimiento natural del tracto digestivo, e incluso se recomienda tomar suplementos para subsanar carencias de nutrientes.
Si el SIBO no es tratado, puede derivar en complicaciones más serias, como desnutrición, inflamación crónica, lesiones en el intestino y sufrir un mayor riesgo de otras afecciones gastrointestinales.
Es imprescindible prestar atención a cualquier síntoma, acudir a un especialista para detectarlo a tiempo y seguir un tratamiento adecuado para mitigar los síntomas, además prevenir problemas más graves a largo plazo.