Parece que el miedo es una emoción negativa. Pero, no existen las emociones negativas, sino que lo que es negativo es la forma de entenderla y gestionarla, cuando se convierte en un miedo disfuncional. Además, el miedo es una emoción que nos ayuda y permite sobrevivir.

¿Cómo sabemos que un miedo es disfuncional? En ejemplos que puedan sonar más cercanos, podríamos citar cuando la ira se apodera de la persona, pues es porque busca tener control y perder el miedo. También, cuando existe una gran culpa, ya que demuestra el miedo a las consecuencias de algo que se ha hecho.

Es decir, el miedo disfuncional lo identificamos al reconocer que una amenaza no es real y nos impide realizar actividades que sí queremos, como puede ocurrir con el miedo a las enfermedades o a las inyecciones.

Incluso, se puede considerar el miedo como un aliado si lo sabemos gestionar correctamente. Es verdaderamente importante aceptar que el miedo, aunque por momentos ya no esté, lo más probable es que siempre va a estar o volverá a aparecer. Entonces, es importante conocer que existe y, a partir de ahí, ser dueños de nosotros mismos.

¿Cómo funciona el miedo?

Funciona como una secuencia, aunque poco perceptible en el momento:

  1. La persona registra una amenaza
  2. Aparece la emoción del miedo
  3. Emerge una respuesta interior a ese miedo

Es esa respuesta interior la que se puede convertir en miedo disfuncional, pues en función de su calidad puede agravar o calmar la primera emoción del miedo.

¿Cómo se puede superar el miedo disfuncional?

  • Identifica, entiende y reconoce: hay que empezar entendiendo la emoción que tenemos. Asimismo, al reconocer la emoción es posible identificar si la amenaza que lo provoca es real o qué tan probable es que pase.
  • Busca un espacio de relajación: después de reconocer la verdadera naturaleza de lo que provoca el miedo, el cuerpo experimenta una sensación de alivio que hay que trabajar y con diferentes técnicas de respiración puede ayudar a solventarse.
  • Elabora un plan de acción: después de haber encontrado la calma, aunque superficial, y haber encontrado la raíz del problema, o casi. Lo siguiente es implementar cambios en las acciones que haces, sientes o interpretas, buscando soluciones que puedan ayudar cuando ocurran momentos de miedo.
  • Acude a un experto: si los pasos anteriores siguen sin ayudarte a avanzar ante los miedos, es importante acudir a un profesional que pueda guiarte y ayudarte a identificar los problemas, para avanzar.

De todas formas, si después de haber identificado el miedo, no supone un riesgo real, lo mejor y más fácil es enfrentarlo. Parece contraproducente, pero al enfrentarlo somos capaces de entenderlo, reconocerlo y encontrar las soluciones por si vuelve a ocurrir una situación en que lo que mayormente prepondera es un miedo a lo que se desconoce.

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