En verano, coincidiendo con el aumento de las temperaturas, el apetito suele reducirse. Con el calor, el organismo ahorra energía y disminuye la necesidad de ingesta calórica. Sin embargo, también es habitual coger peso durante la época estival y aumentar el riesgo de obesidad.

¿Por qué aumentamos de peso?

Desde el punto de vista científico, el frío ayuda a perder peso, mientras que con el calor la capa grasa actúa como aislante térmico y puede ocasionar muchos problemas.

Al respecto, la doctora Susana Monereo, miembro de OPEN España y responsable de la Unidad de Obesidad, Metabólico y Endocrino del Hospital Ruber Internacional (Madrid), explica que, “la grasa corporal es un importante regulador de la temperatura. Por tanto, cuando la temperatura externa es baja, es decir, hace frío, la grasa subcutánea nos aísla térmicamente y nos protege del frío. Además, se produce un proceso fisiológico en las propias células grasas llamado “amarronamiento o Browning”. Mediante el mismo, la grasa se activa metabólicamente, es decir, quema la propia grasa para generar calor y mantener la temperatura corporal”.

Sin embargo, en la época estival y con temperaturas altas el proceso fisiológico de “amarronamiento o Browning” no se produce, “en vez de gastar calorías las ahorramos y es más fácil ganar peso”, señala esta experta. De hecho, “según un estudio publicado en 2017 por investigadores holandeses, por cada grado de aumento en la temperatura ambiental se producía un aumento del 0,29% de obesidad y del 0,3% de diabetes”, añade la doctora Monereo.

En cualquier caso, “tampoco debemos olvidar que la relajación, la reducción de actividad física o el exceso de ingesta de comida por celebraciones familiares o con amigos, propio de estas fechas, también influye en la ganancia de peso”.

Los grados pesan

Con el hashtag #LosGradosPesan, OPEN España incide en su perfil sobre la influencia de las temperaturas en el desarrollo y manejo de la obesidad. Debido a las altas temperaturas, todos corremos el riesgo de coger unos kilos de más. Y hay estudios que apuntan a que los cambios en la temperatura ambiente pueden modificar potencialmente el riesgo de obesidad de una determinada población.

En concreto, en nuestro país se ha observado una mayor prevalencia de obesidad en aquellas regiones con temperaturas más elevadas. Así, en zonas entre 17,8 y 21,3Cº, una de cada tres personas vive con obesidad, mientras que en lugares con temperaturas entre 10,4 y 14,5Cº lo hacen una de cada cuatro.

Aun así, aunque las vacaciones sean sinónimo de relajación y de tomarse la vida con más calma, la iniciativa en redes sociales de OPEN España destaca la importancia de no bajar la guardia y mantener unos hábitos de vida saludables para prevenir la obesidad y el sobrepeso.

Riesgos del calor en las personas con obesidad

Junto a los niños y las personas de edad avanzada, las personas con obesidad o sobrepeso son especialmente vulnerables ante las altas temperaturas. Como indica la doctora Monereo, “la persona obesa, al tener una mayor capa aislante de grasa, necesita aumentar mucho más la sudoración para disipar el calor”.

Por su parte, Federico Luis Moya, miembro de OPEN España y director ejecutivo de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, Asociación de pacientes bariátricos y obesidad (ABH), insiste en la importancia de formar a los pacientes desde el punto de vista sanitario.

Para intentar minimizar los riesgos de las altas temperaturas, es importante que la persona con obesidad o sobrepeso siga algunas recomendaciones específicas como:

  • Reducir la ingesta de productos calientes y tomar productos fríos.
  • No exponerse en lo posible al sol y a las altas temperaturas.
  • Hacer ejercicio en las primeras horas del día (antes de que haga mucho calor).
  • Llevar ropa ligera que transpire bien y que no sea oscura.
  • Hidratación continua ya que al tener mucha superficie corporal las personas con obesidad pierden más agua.

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