Cada día comemos más carne, y menos frutas, hortalizas o legumbres. El resultado es una dieta sumamente pobre que solo suma proteína animal, azúcares procedentes de harinas refinadas y grasas saturadas, lo que conlleva serios problemas de salud, por ello, es recomendable moderar el consumo de carne roja.
El consumo de carne en España es bastante elevado, unos 50 kilos por persona al año, una cifra que supera con creces los 21 kilos como máximo que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Aditivos
Este es uno de los principales motivos para moderar el consumo. La carne roja procesada concentra aditivos que evitan la proliferación de bacterias y garantizan un largo periodo de conservación. Pero para las personas, estos aditivos son un problema.
Los aditivos, nitratos y nitritos, producen también nitrosaminas, unos compuestos que se han relacionado con cánceres digestivos como el del estómago y el del colon.
Además, puede provocar otros problemas digestivos debido a las grasas saturadas.
Aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares
Cierto es que, como cualquier carne, la carne roja contiene proteínas de alta calidad y además, concentran vitamina B y hierro. Pero también concentra muchas grasas y sal, por lo tanto, la ingesta excesiva de carne aumenta sensiblemente los niveles de sodio, lo que conlleva riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
No debemos olvidar que los embutidos también son carne. En personas sanas, los embutidos deben consumirse pocas veces a la semana debido a la gran cantidad de ácidos grasos saturados, colesterol y sal que contienen.
Además, los pacientes cardiacos deben intentar restringir la ingesta de carnes rojas y decantarse mejor por las magras con poca grasa (pollo sin piel, conejo). De esta forma, contribuirán a evitar el efecto negativo de las grasas saturadas que perjudican más su salud cardiovascular.
Aumenta el riesgo de sufrir problemas renales
Otro problema del exceso continuado de consumo de carne, especial de las carnes rojas, es que los músculos de los mamíferos acumulan unas bases nitrogenadas conocidas como purinas, que se metabolizan como ácido úrico en lugar de urea. El ácido úrico puede cristalizar en las articulaciones produciendo grandes dolores, o bien precipitar en los conductos renales provocando cálculos si su presencia es abundante.