Las emociones del ser humano acostumbran a ser fieles compañeras de viaje durante toda nuestra vida. Las hay positivas y negativas, algunas nos causan más alegría o más tristeza, otras nos ilusionan o nos decepcionan y un largo etcétera. Cualquiera de ellas nos suele influir en nuestro estado de ánimo en momentos determinados. Sin embargo, a veces también es posible mantenerse neutro, es decir, no sentir nada ante los estímulos que uno recibe. Esta forma de ser (o estilo de vida) es lo que se conoce como ataraxia. Este estado de ánimo representa la absoluta tranquilidad de uno mismo y evita cualquier influencia que provenga de las emociones.

No hay cabida para el enfado, la ansiedad, las dudas o las incertidumbres que nos incomodan. La ataraxia tiene, por supuesto, una conexión directa con nuestra forma de ser con nosotros y con los demás. La principal premisa de esta filosofía consiste en alcanzar un estado de calma que nos permita desarrollar nuestra vida desde una perspectiva diferente. El término proviene de la Antigua Grecia y sostiene que el equilibrio emocional se basa en la disminución de la intensidad de los deseos y pasiones, fortaleciendo el alma frente a la adversidad.

Al mismo tiempo, la ataraxia puede ser una señal que refleja el desarrollo de un trastorno que afecta a la salud mental de las personas, por lo que identificarla se convierte en una tarea necesaria a la vez que compleja para prevenir posibles enfermedades. ¿Cómo podemos reconocerla?

Síntomas más comunes

La ataraxia provoca una serie de pautas de comportamiento comunes en las personas, las cuales conviene observar para evitar graves consecuencias relacionadas con la salud mental. Algunas de ellas son:

  • Total apatía y pasividad: Aplicada al trabajo, a los estudios o a las relaciones personales con familia, pareja o amigos. La sensación de que ‘nada importa’ provoca que no se tenga en cuenta las consecuencias que pueden tener los actos de este tipo de personas. Esta realidad se extiende al círculo de personas que intervienen en la situación y que también sufren esa actitud.
  • Ausencia de empatía moral: Como consecuencia de la pasividad, las personas con ataraxia no acostumbran a hacer un esfuerzo por entender o ayudar a otros individuos. Los sentimientos o sensaciones del resto de personas no los perturban y le producen indiferencia. Es por eso que no son capaces de entender el daño emocional que su actitud puede causar.
  • Estabilidad emocional ajena a la realidad: Debido a la neutralidad propia que promueve la ataraxia, las situaciones externas que nos suceden y nos rodean no influyen de ninguna manera en el estado de ánimo de estas personas. El entorno puede ser cambiante, pero su forma de sentir no.

Estas señales subrayan que la ataraxia puede llegar a convertirse en un problema para algunas personas. En otros casos, adoptar ciertos comportamientos supone un beneficio personal, siempre y cuando uno sea capaz de controlar su estado de ánimo. Una de las nuevas actitudes que más se persigue con la ataraxia es la búsqueda de la tranquilidad en lo que se hace y en lo que se siente. Aunque no es fácil alcanzar tal estado, es posible potenciar ese pensamiento e incluirlo en nuestro estilo de vida.

¿Cómo alcanzar la tranquilidad en uno mismo?

En una sociedad donde la velocidad y la inmediatez son las auténticas protagonistas de nuestras vidas, la tranquilidad se convierte cada vez en una opción más deseable. Y no solo entendida como el deseo de frenar el ritmo del día a día, sino también como una característica a incluir en nuestro interior, en nuestras emociones, en el alma.

Uno de las primeras recomendaciones para fomentar la tranquilidad es, básicamente, parar y descansar. Es necesario desconectar y buscar tiempo para reflexionar en uno mismo. Enfocar la mente y el cuerpo en otras actividades que se salgan de nuestra rutina ayuda al bienestar interior.

Otro consejo tiene que ver con la necesidad de conocerse a uno mismo, es decir, reconocer lo que nos gusta hacer y lo que no, tener claras nuestras fortalezas y debilidades y, sobre todo, identificar las situaciones dónde más cómodos nos sentimos. Todo ello evitará la aparición de dudas y la presencia de incertidumbre.

Y, por último, anticiparse y prepararse ante situaciones cotidianas. Aunque pensemos que no nos pueden pasar a nosotros, es bueno tomar acción para saber cómo actuar en el caso de nos sucedan. Salir de la tranquilidad para reflexionar sobre determinadas situaciones que sufren otros provoca un incremento en el estado de calma.  

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