Al igual que todos nuestros órganos, la piel puede ser de distinto tipo en función de diversas características como son su hidratación o su oleosidad. De cara a cuidarla de la mejor manera posible es importante conocer nuestro tipo de piel, sobre todo en la cara, puesto que es la zona más sensible.
Nuestra piel, que es el órgano más grande, es la primera defensa biológica que tenemos ante los agentes externos e impide la entrada de organismos patógenos a nuestros órganos vitales. Está compuesta por distintas capas (epidermis, dermis e hipodermis) que ayudan a realizar esta función.
Además, la piel también ayuda a regular el metabolismo y la temperatura corporal, hace posible el sentido del tacto, permite la síntesis de la vitamina D y representa nuestros valores de identidad a través del color de piel, arrugas, cicatrices, etc.
También es importante tener en cuenta que, al ser un órgano externo, está expuesto a muchos más factores que pueden alterarla como la exposición solar. También la alimentación y su hidratación pueden afectar a su estado.
Tipos de piel y diferencias
Existen 4 tipos de piel, aunque es importante tener en cuenta que podemos tener distintas características en función de la parte del cuerpo y no tener la misma tipología en casa y piernas, por ejemplo. Además, con el paso de los años, la genética o los factores externos, nuestra piel puede cambiar y ser de distinto tipo con la edad adulta.
1. Piel normal
En primer lugar, tenemos la piel normal o eudérmica. Sin duda es la más saludable, ya que mantiene un equilibrio entre la grasa y la hidratación debido a su buena circulación sanguínea. Tiene una textura suave y una apariencia lisa y brillante, sin impurezas. Aún así, es importante cuidarla correctamente para evitar que se deteriore y retrasar la aparición de arrugas.
Para su cuidado es importante usar productos que mantengan la proporción adecuada de grasa y serbo, usando geles de limpieza purificante y cremas hidratantes y nutritivas. También es importante limitar la exposición UV y protegerse correctamente ante el sol.
2. Piel seca
La piel seca es aquella que no tiene buena humectación y tiene carencia de sebo. Su apariencia es áspera y rígida y su tono apagado. Todo esto produce además que se puedan producir grietas o descamación y que aparezcan líneas de expresión de forma prematura.
Para evitar consecuencias mayores es necesario realizar una hidratación continuada a través de cremas hidratantes durante el día y cremas con alto contenido graso para la noche.
3. Piel grasa
Tenemos la piel grasa o seborreica, que se caracteriza por el exceso de sebo y la aparición de granos, espinillas e imperfecciones. Además, presentan una coloración rojiza en algunas áreas y amarillas en otras. Su apariencia es brillante y sus poros son mucho más visibles. Como contrapunto positivo, se trata de la piel menos propensa a envejecer por la barrera que crea el exceso de grasa.
Para su cuidado es importante evitar el uso de productos a base de aceites y el uso de productos que reduzcan la grasa. También es recomendable realizar limpiezas periódicas profundas en la piel y vigilar la alimentación, evitando alimentos ultra procesados ricos en azúcares y grasas.
4. Piel mixta
Por último, tenemos la piel mixta o combinada, en la que se mezclan dos tipos de los anteriormente mencionados. Normalmente esta característica hace que la llamada zona T, es decir, a lo ancho de la frente y el descenso por la nariz hacia el mentón, sea grasa a diferencia del resto de la cara. En cambio, la zona de las mejillas suele presentar cierta sequedad.
Respecto a su tratamiento puede ser más complicado por presentar segmentos con distintas necesidades. Por ello, se deben usar distintos productos adecuados para cada zona y cremas hidratantes adecuadas para ese tipo de piel.